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Tillandsia usneoides o Musgo español (Heno)

Tillandsia usneoides o Musgo español (Heno) En la familia de las Bromeliaceae se halla el género Tillandsia formado por más de 600 especies de plantas epífitas originarias del continente americano. Algunas especies de este género son Tillandsia usneoides, Tillandsia aeranthos, Tillandsia cyanea, Tillandsia australis, Tillandsia dyeriana, Tillandsia geminiflora. Recibe los nombres vulgares de Musgo español, Agavepalo, Barba del viejo, Heno o Paste. Esta especie procede del sur de los Estados Unidos de América. Características de la Tillandsia usneoides Planta epífita que crece sobre árboles y puede alcanzar los 6 m de longitud. Los tallos están cubiertos de pequeñas hojas escamosas de color gris-plateado. Las flores son verdes y pequeñas que no tienen ningún valor ornamental. Florece en el verano, pero si se cultivan al interior no lo harán. El fruto es una cápsula de 2.5 cm de largo, cilíndrica y termina en un pico corto. Al madurar se abre para liberar las semillas, las cuales son angostas con un apéndice plumoso en la base. Cuidados de la Tillandsia usneoides El musgo español prefiere la semisombra o una exposición iluminada sin sol directo. En climas húmedos puede vivir a pleno sol. No le convienen temperaturas por debajo de los 13 ºC. Son plantas epífitas por lo que no necesitan suelo ya que toman sus nutrientes del aire o del árbol sobre el que viven sin perjudicarle. Para regar estas plantas se sumergen en agua sin cal durante 5 minutos con su base y todo cada 2 días en verano y cada 15 días en invierno. Conviene rociar la planta casi a diario. No necesitan poda ni abonados especiales. Son resistentes a las típicas plagas y enfermedades. En ocasiones pueden ser utilizadas por algunos pájaros como elementos de construcción de sus nidos. Se multiplican fácilmente tomando un trozo de la planta y atándolo a un trozo de corteza o de corcho. Usos Es una planta que se usa con fines ornamentales, ya sea para festividades religiosas o en temporadas navideñas. Anteriormente se empleaba para rellenar alfombras y colchones, incluso para asientos de carros y para hacer cuerdas. También se usa para tallar trastes, como forraje para animales y para arrope de cultivos.

Orígenes de la flor de nochebuena

  Orígenes de la flor de nochebuena   Su nombre náhuatl es tlaxóchitl, que significa “flor que se marchita”. Los aztecas la llamaban cuetlaxóchitl, pues para ellos simbolizaba la sangre de los sacrificios que los indígenas ofrendaban al sol para renovar sus fuerzas.  La nochebuena se usó por primera vez en las fiestas navideñas del siglo XVII, en Taxco, Guerrero. Un grupo de monjes franciscanos recolectó estas vistosas flores en los campos cercanos, donde crecían de forma silvestre, para enmarcar una procesión conmemorativa de la Natividad, llamada Fiesta del Santo Pesebre. Durante la Colonia, la sociedad novohispana comenzó a usarlas para engalanar sus nacimientos y formar guirnaldas decorativas. A partir de entonces, la cuetlaxóchitl ha estado ligada a la Navidad en nuestro país. Desde el siglo XIX, la flor de nochebuena forma parte del ornato de los templos europeos en las fiestas navideñas. En nuestro país, la cuetlaxóchitl es conocida con distintos nombres. En Chiapas se le llama “sijoyo” y en Durango, “Catalina”; en Guerrero, Michoacán, Veracruz e Hidalgo, se le conoce como “flor de pascua” y en Oaxaca como “flor de Santa Catarina”. También hay quienes la llaman “flor de fuego” o “bandera”. Fuera de México, es conocida como “hoja encendida” en Centroamérica; “corona de los Andes” en Chile y Perú, o simplemente como “flor de Navidad” en Venezuela. En Argentina se le conoce como “estrella federal”, por haber sido el símbolo que escogieron las fuerzas federalistas en el siglo XIX para combatir a quienes pugnaban por la implantación del centralismo en ese país; de hecho, es la flor nacional. Un último dato para llenarnos de orgullo y defender su hermoso nombre. Se sabe que la Basílica de San Pedro en el Vaticano fue adornada con cientos de cuetlaxóchitl la noche del 24 de diciembre de 1899, provocando la admiración de todos los visitantes por la belleza del regalo que México le había hecho al mundo.  

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